Cuenta la historia, aunque también es cierto que existen discrepancias entre los historiadores, que desde la ventana del Lazo Eterno solía buscar una sombra las noches de luna llena el rey de Navarra, Carlos III. Su mirada recorría la plaza, la que ahora lleva su nombre, buscándola. Ella, luna tras luna, regresaba para dirigirse a los soportales del Mesón El Sol. Alguien le dijo al rey, la primera vez que preguntó por la mujer, que su nombre era Vidiana, y que el último día de la luna creciente partía de más allá de la Laguna camino de Olite. Tenía por costumbre llegar a la Villa a la hora en que la luna asomaba por el horizonte. Permanecía unos instantes bajo las columnas del soportal acariciando una de las piedras dejando escapar un suspiro. Al rato, tomaba la calleja que atraviesa la Torre del Chapitel y desaparecía en la oscuridad. Los que alguna vez la habían visto decían de ella elogios, maravillas y que la luna se reflejaba en su cabello.
El Noble, en su anhelo, oteaba de nuevo la plaza intentando encontrar la sombra y el brillo de la luna apoyando sus manos sobre la fría piedra del ventanal. Por eso, en el Mesón El Sol de Olite el Lazo Eterno preside el rincón más íntimo del local. Descúbrelo en compañía.